El libro de Noah by Lena Valenti

El libro de Noah by Lena Valenti

autor:Lena Valenti [Valenti, Lena]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2013-12-01T05:00:00+00:00


Capítulo 15

—Mi padre me dice que me casaré con un rey —dijo la joven de pelo castaño, vestida con una vestido vaporoso blanco y una cinta dorada bajo el pecho.

Aquellas palabras no le sentaron del todo bien.

Estaban bajo un árbol de manzanas rojas y grandes. Algunas de ellas moteaban el césped verdoso con tonos escarlata. El sol se escondía ante ellos, entre las montañas y los valles que los mecían con melodías de naturaleza y fantasía, ocultos, arropados como la cuna que protegía a un bebé.

—¿Qué quiere decir que te casarás con un rey? —preguntó él.

Ella se apoyó en el tronco de aquel manzano especial, y jugó con una brizna de hierba entre sus dedos.

—Me ha dicho que nuestro linaje es puro y que ven en mí a la esposa perfecta de ese rey.

—Pero tú vives en otro reino —le dijo preocupado—. Si te casas con ese rey, no podremos vernos. Vivirás donde él viva.

La joven sonrió, sabía un secreto que él desconocía.

—Al parecer, nuestra alianza hace que los reinos convivan entre sí y que el proyecto del Alfather siga su curso. ¿Acaso te molestaría que otros tomaran mi mano?

Él sintió una rabia incontenible en su interior, y mucha decepción.

—¿Quién es ese rey? —preguntó arisco.

—Es tu hermano.

—¿Mi hermano? —replicó él, contrariado—. Me molestaría que aceptaras ser la mujer de un hombre al que no amas.

—¿Crees que no le amo?

Él se levantó, con el cuerpo tenso y la tristeza embargándole por completo.

—¿Le amas?

—Por supuesto que no.

—¿Entonces? Deja de jugar. ¿Vas a aceptar?

Ella se levantó con elegancia, expulsó de su vestido los restos de hierba y tomó una manzana entre sus manos.

—Me lo pensaré.

—No vas a pensar nada, mujer.

Ella levantó una ceja y se echó el pelo hacia atrás.

—Pensaba que éramos solo amigos y que tú querrías lo mejor para mí.

—Y quiero lo mejor para ti.

—Y lo mejor para mí es… ¿no casarme? —preguntó sin comprender.

Él la tomó por los hombros y la apoyó en el árbol.

—Puedes casarte si quieres.

—¿Con tu permiso? —Lo miró, altiva.

—No necesitas mi permiso. Pero debes casarte con el adecuado.

—Ajá… —Asintió, decepcionada.

—Nos conocemos desde pequeños y creo que mis sentimientos hacia ti están claros, princesa.

Ella se mantuvo en calma, mirándolo, expectante.

—¿Qué es lo que me debe quedar claro? ¿Que somos amigos?

—Tú no eres solo mi amiga.

—¿De verdad? A mí nunca me ha parecido que sientas otra cosa hacia mí.

—No habrá sido por falta de ganas…

—No te creo —lo provocó ella.

—¿Quieres que te lo demuestre?

Él entrecerró los ojos, la tomó por la barbilla y la besó. Le dio un beso dulce y casto que, poco a poco se tornó en uno ligeramente más húmedo y apasionado, hasta que ni uno ni otro se pudieron sacar las manos de encima.

Hasta que tocarse fue tan esencial como estudiarse y descubrir sus formas, como si el respeto mutuo solo hubiera sido un lastre entre ellos.

—Tú —dijo él pegando su frente a la de ella, llenando sus pulmones de aire—. Eres mi futura mujer. Siempre lo has sido.

En el momento en el que iban a besarse de nuevo, la imagen volvió a desdibujarse.



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